Estos hombres constituían la llamada raza de oro; eran súbditos de Cronos, vivían sin preocupaciones ni trabajo, comían solamente bellotas, frutos silvestres y la miel que destilaban de los árboles, bebían leche de oveja y cabra, nunca envejecían, bailaban y reían mucho; para ellos la muerte no era más que terrible que el sueño.
Todos ellos han desaparecido, pero sus espíritus sobreviven como genios de los felices lugares de retiro rústicos, donantes de buena fortuna y mantenedores de la justicia.
Luego vino la raza de plata, comedora de pan, también de creación divina. Los hombres estaban completamente sometidos a sus madres y no se atrevían a desobedecerlas, aunque podían vivir hasta cien años de edad. Eran pendencieros e ignorantes y nunca ofrecían sacrificios a los dioses, pero al menos no se hacían mutuamente la guerra. Zeus los destruyó a todos.
A continuación vino una raza de bronce, hombres que cayeron como frutos de los fresnos y estaban armados con armas de bronce. Comían carne y pan, y les complacía la guerra, pues eran insolentes y crueles. La peste terminó con todos.
La cuarta raza de hombres era también de bronce, pero más noble y generosa, pues la engendraron los dioses en madres mortales. Pelearon gloriosamente en el sitio de Tebas, la expedición de los argonautas y la guerra de Troya. Se convirtieron en héroes y habitan en los Campos Elíseos.
La quinta raza es la actual de hierro, indignos descendientes de la cuarta. Son degenerados, crueles, injustos, maliciosos, libidinosos, malos hijos, y traicioneros.
Fuente: http://www.wikipedia.org
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